Los alumnos y alumnas de secundaria de los institutos Joaquín Araujo, La Serna y Barrio Loranca han dinamizado junto a los especialistas artísticos de la FYME varias sesiones en las que han trabajado los estereotipos y las etiquetas que se generan a partir de las nuevas identidades y la repercusión emocional que ello conlleva.
La identidad de una persona no es estática sino dinámica y cambia con el tiempo en la medida en que se construye socialmente y los sujetos van formando parte de distintos grupos. La globalización ha generado, por un lado, nuevas identidades como resultado de la apertura de fronteras y por otro, la reivindicación de lo propio, por parte de ciertos grupos que se resisten a abandonar su cultura.
Con varias dinámicas se ha abordado el proceso de construcción de las nuevas identidades y el alumnado de manera general ha percibido que no basta con que las personas se adscriban a un grupo para que se identifiquen con él, ni es suficiente que conozcan el complejo simbólico cultural que define al grupo. Es necesario que lo aprehendan, que lo asuman, es decir, que lo internalicen y esa acción guarda una relación directa con el contexto social que constituye el entorno de la diversidad grupal, pues el sustento de la identidad, en las sociedades modernas, pasa de ser una imposición a convertirse en una opción para los sujetos sociales, y en ese sentido, comporta un proceso de categorización, a través del cual los sujetos asignan un valor a los grupos y los clasifican de acuerdo con los rasgos que consideran relevantes, para justificar su elección por ciertos grupos y, a su vez, para diferenciarse de los demás.
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